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Las armas que usamos en nuestra lucha no son las armas del mundo, sino las poderosas armas de Dios, que usamos para destruir fortalezas. Destruimos los argumentos falsos; derribamos todo obstáculo orgulloso que se levanta contra el conocimiento de Dios; tomamos cautivo todo pensamiento y lo hacemos obedecer a Cristo.
2 Corintios 10: 4-5 GNTD